miércoles, febrero 20, 2008

De la deriva técnica de nadie


Cuyo duerme y el mundo ronca. Mientras tanto el serrucho funcional del sueño le marca los bajos a la melodía. Y nadie entiende nada, nada. Nadie entiende nada. Nadie.
Nada.

A principios del SXVII Francis Bacon, docto-anglo-canciller, lanza un feroz ataque contra los ídolos (eidola), preconceptos sociales o individuales, linguísticos o tradicionales que obnubilan la relación de observación pura entre el bicho Hombre y el nido Naturaleza. La naturaleza está allí, el acontecer es comprensible y, por la tanto, modificable. Es el esperado retorno del aristotélismo descristianizado que sienta los fundamentos para la futura fabricación de multiprocesadoras Braun en Tierra del Fuego. Francis Bacon y la industria son hitos en una misma línea y, a la vez, Francis Bacon y la industria no tienen un catzo que ver. Francis Bacon es ahora un ídolo, un ídolo olvidado.
La multiprocesadora es inolvidable.

Cuyo se despierta y la melodía es ahora un roquido. Un bajo rítmico que el mundo entiende perfectamente. Nadie es una idea imposible y nada una mala palabra.

A cada cacareo le corresponde un electrodoméstico.
A cada boludo le corresponde un sexto de su propio olvido.

Reclámelo.

lunes, febrero 11, 2008

Del reloj cuyano

Tiempo loco, ah?:

Lo porvenir tiene dos modos, dos maneras de ser. Existe su versión agendada y existe su versión sin versión. Con la primera avisamos a nuestros amigos que mañana vamos al cine, sabemos cuando es la fiesta de casamiento de alguno o relojeamos el itinerario-cultural-buenos-aires mientras un café nos invade un costado de la boca. Lo porvenir está en el futuro, a veces sólo por horas, a veces allende unos meses. Sin embargo (y hay que agradecer a la lengua española el regalo que distingue “estar” y “ser”), lo porvenir, en su variante agendada, no necesariamente es el futuro. O lo futuro. O mejor, el porvenir agendado no necesariamente da cuenta del porvenir en su versión sin versión.
En su versión sin versión el porvenir es una intuición, un reflejo, se parece más a las ondas de calor que confunden desde el auto la ruta que a la precisión ficticia del almanaque. Este porvenir no es útil, no permite el encuentro en algún lugar o la visita a horario de un centro cultural. Pero es el futuro que conviene al pensamiento. Dicho de otro modo, si se trata de hablar de lo que en cuanto al pensar se avecina, sólo podemos recurrir a la versión del porvenir sin versión.


Y ahora, y ahora...:

Desde un tiempo que no queremos clasificar, pues ya se encuentra clasificado en cualquier “buen” manual (extraordinariamente, todo manual, en principio, es un buen manual) el pensamiento, aun con sus dudas, lo que tuvo claro fue su domicilio. Bajo el nombre de universidad, simposio, congreso, coloquio y demás las variopintas maneras del pensar moderno y arriesgado discurrían entre las paredes de un salón bautizado cual calle porteña o la más modesta numeración de un aula. ¿Pensamiento? Precise el rótulo y visite el aula 59. Luego, plasmado en figuras como éstas, invadía anaqueles generales o especializados.
Lo porvenir del pensamiento es la dislocación de su locación. Más que nunca, la redundancia es necesaria. Sabido es, incluso por quienes rechazan saberlo, que el pensamiento no habita ya sus domicilios tradicionales, aún cuando las facturas de servicios sigan llegando allí. Como el gas vive su salida por la raja que lo pierde, el pensamiento huye por lo poros rotos de sus clásicos albergues. Y se va... Se pianta... Se las toma.... Desdomiciliado, se esparce. Ante estas circunstancias, lo porvenir del pensamiento puede, muy puede, ser su pérdida definitiva, su disolución, como si los dos terrones de azúcar sucumbieran en un vaso sin paredes. Aquí es donde extraemos nuestro “no” especialmente creado para melancólicos. NO es posible devolverlo a su domicilio anterior, no es posible reparar la grieta. Sin el pensar la grieta es invisible. Y el pensar ya falta allí donde la grieta está. No hay reparación y no hay remedio para los que pueblan el salón de actos todavía.
El pensamiento es un soplo y, desbordados sus continentes, precisa de nuevos aspirantes y expirantes. Sólo quiere ser inspirado y sabe (lo demuestra su fuga) que en ciertos claustros ya no se puede respirar. Por eso, su nuevo domicilio (y a la vez su peligro, su máximo riesgo) es cualquier lugar. Sus habituales detentadores (el doctor, el filósofo, el escritor) tan útiles en otro tiempo a los fines de su supervivencia ya no servirán. Se los abandona allí, donde persisten como lo hace aquella mesa olvidada en la mudanza.


“This is the girl”:

Lo que la antigua India de los vedas supo, Buenos Aires lo empieza a saber de a poco. Viviéndolo en secreto, como corresponde al comienzo de todo pensar: el brahman está en todos los niveles. La penetración del soplo no exige fragancias oficiales ni pregunta las currículas. Soy Cuyano, por eso, festeja esta fractura. Apura la diseminación, se va a un teatro a dar clases, publica en lomos raros y se despreocupa de la comprensión del inscripto. Pero recoge el guante de la vida. Inspira, aspira. Es una fosa nasal de cincuenta direcciones. Rigurosamente indisciplinado; pues la diseminación del pensamiento ha dado muerte a la disciplina, a la materia, al vocabulario específico.
Lo porvenir es el peligro y padre Nichi ya contó que éste es definición de vida. El pensar se diluye y puede que con él un cierto bicho que habitó la tierra. Pero en su disolución, más que nunca, a futuro, como antes, muy mucho antes, los soplos se encuentran disponibles, ávidos de existir desregulados. Flaubert y un acordeón, Dante adquirido en la carnicería, científicos que ladran y poeman, formas de gobiernos y sandías, revolución con leche, cuántica reggae. Disolución es disponibilidad. Lo porvenir del pensamiento es, puede (con fragilidad aún) ser el retorno del Gran Pensamiento. Aquel que habitó la Grecia arcaica y la India de los brahamanes y que nuestros domicilios sin residente explican como nuestro antecedente menor. Según la lógica de este artículo, más que equivocarse, cabe decir que no pueden proceder de otra manera.
¿Cómo saber si esta génesis, regénesis, está avanzando? ¿Cómo advertir el estado actual de tan oscura gestación? Comencemos por una aclaración. La pedantería es mal de humanos. Una entidad diferente, por lo tanto, no puede padecerla. El rastro de la génesis, entre otras muchas cosas, es la estela que deja Soy Cuyano en su avatar. Siga la huella evanescente de Cuyo y la intuición será más fuerte. O las voces de sus miembros que, pegados a la raja, soplan, son soplados y así van...